sábado, 4 de agosto de 2012

CAPÍTULO 11.


El riesgo


111Aunque envíes tu grano por la superficie del mar, al cabo del tiempo lo recobrarás; 2aunque lo dividas en siete o en ocho partes, no sabes las desgracias que pueden suceder en la tierra. 3Si las nubes van llenas, descargan la lluvia sobre el suelo. Caiga al sur o hacia el norte, el árbol queda 
donde ha caído. 4Tanto mirar los vientos, que no se siembra; tanto mirar las nubes, que no se siega. 

5Si no entiendes cómo un aliento entra en los miembros en un seno preñado, tampoco entenderás las obras de Dios, que lo hace todo. 6De mañana siembra tu semilla y a la tarde no cruces los brazos, pues no sabes cuál de las dos siembras resultará o si las dos tendrán igual éxito.



Juventud y vejez


7Dulce es la luz y los ojos disfrutan viendo el sol. 8Por muchos años que viva el hombre, que los disfrute todos, recordando que los años oscuros serán muchos y que todo lo que viene es vanidad. 9Disfruta mientras eres muchacho y pásalo bien en la juventud; déjate llevar del corazón y de lo que atrae a los ojos; y sabe que Dios te llevará a juicio para dar cuenta de todo. 10Rechaza las penas del corazón y rehúye los dolores del cuerpo: niñez y juventud son efímeras.



11,1-6 Si algo acepta y aconseja Qohelet es disfrutar del fruto del propio trabajo. Luego hay que trabajar para obtener ese fruto. Ahora bien, la correspondencia entre trabajo y resultado no es mecánica, la proporción no es matemática, el éxito no es seguro. ¿Luego no vale la pena trabajar?

La inseguridad es de dos filos: una empresa arriesgada -el comercio marítimo- tiene éxito, una empresa normal se expone a múltiples riesgos; las nubes hacen crecer el árbol, el viento lo derriba, nubes y viento siguen sus leyes, entre firmes y caprichosas.


El varón no sabe exactamente cuándo su mujer va a concebir o cómo entra la vida en el feto, ¿cómo va a saber el plan misterioso de Dios, que da y sustenta toda vida? La conclusión de Qohelet es positiva: hay que trabajar afrontando el riesgo y con esperanza.

11,1-2 Algunos autores interpretan estos dos versos como recomendación a ser caritativos.

11,3 Por la terminología recuerda 1,5-7.

El árbol caído no se levanta para repetir su ciclo (pero léase Job 14).

11,5 Sobre el misterio de la concepción y gestación pueden leerse Sal 139; Job 10; 2 Mac 7,22.

11,7-8 Al acercarse el autor al final de su libro, adopta un tono lírico, melancólico, como un adiós a la vida. A pesar de los límites y el desengaño, ama intensamente la vida, la siente más entrañablemente cuando se va a acabar. ¿Es mejor el final que el comienzo (7,11)? Es mejor punto de vista para apreciar y valorar.


Luz y sol son motivos simbólicos. Que el recuerdo de la noche que se aproxima haga más intenso el disfrute de lo que queda. La muerte, la noche, se anticipa en vida, en un crepúsculo que es vida mezclada de muerte, por eso hay que gozar de la juventud, que es el mediodía, el sol en cenit, antes de que sea demasiado tarde.


El primer consejo no es muy convencional (véase Nm 15,39). El juicio de Dios no significa castigo por haber gozado, sino más bien lo contrario: quien no aproveche el plazo dará cuentas de su negligencia. El juicio de Dios invita a gozar de la juventud; cada cosa tiene su sazón (3,1). La fugacidad de niñez y juventud es su "vanidad". 

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