viernes, 3 de agosto de 2012

CAPÍTULO 2.


2 1Entonces me dije: vamos a ensayar con la alegría y a gozar de placeres, y también resultó vanidad. 2A la risa dije «locura», y a la alegría, «¿qué consigues?». 3Exploré atentamente guiado por mi mente con destreza: traté mi cuerpo con vino, me di a la frivolidad, para averiguar cómo el hombre bajo el cielo podrá disfrutar los días contados de su vida.
4Hice obras magníficas: me construí palacios, planté viñedos, 5me hice huertos y parques y planté toda clase de árboles frutales, 6me hice albercas para regar el soto fértil; 7adquirí esclavos y esclavas, tenía servidumbre y poseía rebaños de vacas y ovejas, más que mis predecesores en Jerusalén; 8acumulé también plata y oro, las riquezas de los reinos y provincias; con un harén de concubinas para gozar como suelen los hombres. 9Fui más grande y magnífico que cuantos me precedieron en Jerusalén, mientras la sabiduría me asistía. 10Cuanto los ojos me pedían se lo concedía, no rehusé a mi corazón alegría alguna; sabía disfrutar de todas mis fatigas, y ésta era la paga de todas mis fatigas.

Evaluación: nada se saca bajo el sol

11Después examiné todas las obras de mis manos y la fatiga que me costó realizarlas: todo resultó vanidad y caza de viento, nada se saca bajo el sol.
12b¿Qué hará el hombre que sucederá al rey? Lo que ya habían hecho.
12a-13Me puse a examinar la sabiduría, la locura y necedad, y observé que la sabiduría es más provechosa que la necedad, como la luz aprovecha más que las tinieblas. 14El sabio lleva los ojos en la cara, el necio camina en tinieblas. Pero comprendí que una suerte común les toca a 
todos, 15y me dije: la suerte del necio será mi suerte, ¿para qué fui sabio?, ¿qué saqué en limpio?, y pensé para mí: también esto es vanidad. 16Pues nadie se acordará jamás del necio ni tampoco del sabio, ya que en los años venideros todo estará olvidado. ¡Ay, que ha de morir el sabio como el necio!
I7Y así aborrecí la vida, pues encontré malo todo lo que se hace bajo el sol; que todo es vanidad y caza de viento. 18y aborrecí lo que hice con tanta fatiga bajo el sol, pues se lo tengo que dejar a un sucesor, 19¿y quién sabe si será sabio o necio? Él heredará lo que me costó tanto esfuerzo y habilidad bajo el sol. También esto es vanidad.
20Y concluí por desengañarme de todo el trabajo que me fatigó bajo el sol. 21Hay quien trabaja con sabiduría, ciencia y acierto, y tiene que dejarle su porción a uno que no ha trabajado. También esto es vanidad y grave desgracia. 22Entonces, ¿qué saca el hombre de todos los trabajos y preocupaciones que lo fatigan bajo el sol? 23De día su tarea es sufrir y penar, de noche no descansa su mente. También esto es vanidad.
24EI único bien del hombre es comer y beber y disfrutar del producto de su trabajo, y aun esto he visto que es don de Dios. 25Pues ¿quién come y goza sin su permiso? 26Al hombre que le agrada le da sabiduría y ciencia y alegría; al pecador le da como tarea juntar y acumular, para dárselo a quien agrada a Dios. También esto es vanidad y caza de viento.


2,1-10 Responde el segundo experimento: los placeres. La sabiduría conserva una doble presencia. Para que el disfrute no destruya al que goza, ha de estar dirigido por la sabiduría práctica, y como se trata de un experimento, ha de ser observado por la sabiduría teórica. La serie de goces está sugerida por una corte oriental, en su versión bíblica del primer libro de los Reyes, completado con algún dato de las Crónicas.

2,1-2 El balance final se adelanta al comienzo, quitando toda ilusión.

2,3 Véase Sal 104,15. Segun Qohelet, el vino es para el cuerpo, mientras el corazón vigila, un beber sin emborracharse, sin perder el sentido. Disfrute comedido y distante. Claro está que, con esa distancia escrutadora, la frivolidad ya no es auténtica, la alegría queda cohibida.

2,4 Construir y plantar sintetizan la vida rural y la urbana (por ejemplo, Jr 1).

2,5 "Toda clase": una especie de paraíso (Gn 1,11).

2,9 La sabiduría es como un ministro (Sab 8,34) Por séptima vez se menciona la sabiduría en la presente perícopa.

2,10 La palabra "alegría" remite al v. 1. Hasta ahora ha resultado bien, pero ¿compensa la paga? Falta la evaluación, ya adelantada en el v. 1.

2,11-26 La evaluación se ofrece en gran escala. La experiencia de la sabiduría, del trabajo y de su disfrute forman el objeto de estas reflexiones. En la evaluación entra, sobre todo, la prueba de la muerte, que atrae los temas de la sucesión y de la memoria.

Según la doctrina tradicional, recogida por Eclo, el hombre que muere se perpetúa en la memoria y en la descendencia: Eclo 41,10-13; 39,9-11; 30,4-6. Según Qohelet,la muerte lo vanifica todo al imponer un límite irremediable. La memoria no es duradera, la descendencia no sabemos cómo será, y aunque fuese buena, disfrutará ella, no nosotros. Aunque en la vida haya valores y sin valores, la muerte lo nivela todo y proyecta esa nivelación en la conciencia del hombre vivo, se adelanta, relativiza. Al final se abre camino una visión teológica que no llega a deshacer la frustración; incluido ese saber teológico, el balance es "vanidad".

2,11 Es el momento de ponderar no sólo las empresas realizadas, sino también el esfuerzo requerido. La actividad febril no dejaba sentir el esfuerzo (el verbo 'amal no figuraba en 4-10), el cansancio final lo revela y obliga a un balance negativo.

2,12a El verso se puede interpretar de dos modos: como evaluación comparativa de la sabiduría con la necedad, de acuerdo con los versos que siguen; como veredicto sobre la sabiduría, "es necedad", de acuerdo con el experimento de 1,17.

2,12b Este verso todavía no ha encontrado explicación satisfactoria aunque esté bastante claro el tema de la sucesión. En la ficción salomónica el sucesor sería Roboán, el hijo necio que provoca la división del reino y comienza la decadencia. Roboán deshace lo hecho y prueba la futilidad del esfuerzo.

2,13-14 El autor comienza aceptando la distinción entre sabiduría y necedad propuesta por la tradición de los sabios. Y añade que es una distinción irrelevante confrontada con la muerte.

2,15 Compárese con Eclo 24,34 y 39,11.

2,16 El autor se está acordando de Salomón. Véanse Sal 49; Ez 28,7-10, Eclo 41,34.

2,17 Aborrecer la vida es algo excepcional en el AT: se pueden recordar Moisés (Nm 11), Elías (1 Re 19), Jeremías (Jr 20), Jonás, Job. En todos esos casos se trata de situaciones trágicas, del cansancio de la lucha o del dolor, mientras que Qohelet está hablando de un rey sabio y rico.

2,18 Es una reacción extrema y comprensible, de despecho y envidia. Destruye antes de dejar que otros lo disfruten. Véase Lc 12,20. Aquí toca el autor el fondo de la amargura; en lo que sigue lucha por remontarse.

2,20 Precisamente el desengaño será el recurso para encontrar remedio a lo irremediable. Cuando el hombre se desengaña de su ambición, aprende a disfrutar de los bienes sencillos y sabe recibirlos de manos de Dios.

2,21 Trabajar y no disfrutar, trabajar para otros, es una de las maldiciones clásicas de la ley y los profetas (por ejemplo, Lv 26,16; Dt 28,30-33). Y hay hombres -piensa Qohelet- que se condenan a sí mismos a semejante maldición.

2,22 Ecl 1,3.

2,23 Porque ocupados en el esfuerzo de acumular no tienen tiempo para disfrutar. Véase 1,18; Eclo 40,5.

2,24 No es el carpe diem del epicúreo, la despreocupación forzada de quien desea vengarse con tal grito (Is 22,13). Es la vuelta a los bienes sencillos, al ritmo equilibrado del trabajo y el disfrute, que dará sentido a la vida (Lv 26,10, Dt 28,8.11; Is 62,8-9). Para alcanzarlo hay que vencer una doble ambición: la de poseer sin límites y la de descubrir el último sentido de todo.

2,25 "Goza": otros leen "bebe" o "se abstiene".

2,26 El que supera las dos ambiciones o se desengaña, puede agradar a Dios y recibir la bendición de la vida sencilla: sensatez y alegría. Los dos bienes del doble experimento fracasado. El que no domeña la ambición, peca; es decir, yerra. Y Dios lo castiga entregándolo a su propio yerro, a la maldición de acumular para el que sabrá disfrutarlo con sensatez. Así lo dispone Dios y así hay que aceptarlo. Pero aun esto no compensa, es vanidad. El autor no quiere proponer su conclusión como solución plena del problema. Hay que buscar por otro lado, quizá ponderando el tiempo y sazón de cada cosa ... 

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